lunes, 16 de agosto de 2010

¿Es posible hoy crear algo nuevo?

Hoy estaba charlando con un amigo musico, y nos cuestionabamos si es posible hoy en día crear algo nuevo.

Creo que de entrada la palabra nuevo implica que existe lo viejo, por consecuencia el termino involucra el tiempo, la historia. Una historia que sirve de punto de referencia y de partida para todo. Pero a estas alturas, el pasado ya no basta; ir en contra ya no es suficiente; ya no tiene sentido ser revolucionario de otras revoluciones. Ahora, ¿que nos queda? ¿Nuestro punto de vista? Tal vez debamos replantearnos la creación, no como algo nuevo, sino verdadero. 

¿Que opinan ustedes? Me encantaría escucharlos leerlos, comenten si les apetece porfavor.

Quiero compartirles este maravilloso texto de Octavio Paz que a si mismo me compartió mi amigo: 

El laberinto de la soledad (Final del capítulo Nuestros días)


El objeto de nuestra reflexión no es diverso al que desvela a otros hombres y a otros pueblos: ¿cómo crear una sociedad, una cultura, que no niegue nuestra humanidad pero tampoco la convierta en una vana abstracción? La pregunta que se hacen todos los hombres hoy no es diversa a la que se hacen los mexicanos. Todo nuestro malestar, la violencia contradictoria de nuestras reacciones, los estallidos de nuestra intimidad y las bruscas explosiones de nuestra historia, que fueron primero ruptura y negación de las formas petrificadas que nos oprimían, tienden a resolverse en búsqueda y tentativa por crear un mundo en donde no imperen ya la mentira, la mala fe, el disimulo, la avidez sin escrúpulos, la violencia y la simulación. Una sociedad, también, que no haga del hombres un instrumento y una dehesa de la Ciudad. Una sociedad humana.

El mexicano se esconde bajo muchas máscaras, que luego arroja un día de fiesta o de duelo, del mismo modo que la nación ha desgarrado todas las formas que la asfixiaban. Pero no hemos encontrado aún esa que reconcilie nuestra libertad con el orden, la palabra con el acto y ambos con una evidencia que ya no será sobrenatural, sino humana: la de nuestros semejantes. En esa búsqueda, hemos retrocedido una y otra vez, para luego avanzar con más decisión hacia adelante. Y ahora, de pronto, hemos llegado al límite: en unos cuantos años hemos agotado todas las formas históricas que poseía Europa. No nos queda sino la desnudez o la mentira. Pues tras ese derrumbe general de la Razón y la Fe, de Dios y la Utopía, no se levantan ya nuevos o viejos sistemas intelectuales, capaces de albergar nuestra angustia y tranquilizar nuestro desconcierto; frente a nosotros no hay nada. Estamos al fin solos. Como todos los hombres, como ellos, vivimos el mundo de la violencia, de la simulación y del ninguneo; el de la soledad cerrada, que si nos defiende nos oprime y que al ocultarnos nos desfigura y mutila. Si nos arrancamos esas máscaras, si nos abrimos, si, en fin, nos afrontamos, empezaremos a vivir y pensar de verdad. Nos aguardan una desnudez y un desamparo. Allí, en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres.
Octavio Paz

miércoles, 11 de agosto de 2010

Una fotito...

Inmolación

"Niños que juegan a quitarse la vida".

Domingos 6pm en el Foro del Tejedor, en la librería El Péndulo de la colonia Roma (Alvaro Obregón 86 casi esquina Córdoba). www.inmolacion.com





Que tanto y tanto amor se pudra... de Eduardo Lizalde

No hay como la poesía...

"En el fondo, un poema no es algo que se ve, 
sino la luz que nos permite ver. 
Y lo que vemos
es la vida." 
Robert Penn Warren

"La poesía debe ser un poco seca para que arda bien, 
y de este modo iluminarnos y calentarnos"
Octavio Paz

Que tanto y tanto amor se pudra, oh dioses;
que se pierda
tanto increíble amor.
Que nada quede, amigos,
de esos mares de amor,
de estas verduras pobres de las eras
que las vacas devoran
lamiendo el otro lado del césped,
lanzando a nuestros pastos
las manadas de hidras y langostas
de sus lenguas calientes.
Como si el verde pasto celestial,
el mismo océano, salado como arenque,
hirvieran.
Que tanto y tanto amor
y tanto vuelo entre unos cuerpos
al abordaje apenas de su lecho, se desplome.
Que una sola munición de estaño luminoso,
una bala pequeña,
un perdigón inocuo para un pato,
derrumbe al mismo tiempo todas las bandadas
y desgarre el cielo con sus plumas.
Que el oro mismo estalle sin motivo.
Que un amor capaz de convertir al sapo en rosa
se destroce.
Que tanto y tanto, una vez más, y tanto,
tanto imposible amor inexpresable,
nos vuelva tontos, monos sin sentido.
Que tanto amor queme sus naves
antes de llegar a tierra.
Es esto, dioses, poderosos amigos, perros,
niños, animales domésticos, señores,
lo que duele.
Eduardo Lizalde