miércoles, 4 de septiembre de 2013

Me acabo de percatar que llevo toda la vida deseando cosas que nunca quise de verdad. Más bien quería ser como los demás. Pensé que como ellos, yo también debía trabajar para conseguir las cosas que te hacen exitoso. Cuando alcanzaba esas cosas me sentía caminando en los zapatos más bellos e incómodos del mundo. Me sentí mediocre por no desear esas cosas tanto como los demás. Hoy entiendo que mis aspiraciones son otras. El éxito es una simple estadística. En cambio la felicidad, la plenitud y la paz es lo único valioso. Lo mío son los huaraches, y me hace más plena de lo que nunca antes fui.

lunes, 26 de agosto de 2013

Aviso de ocasión

Se trasladan sentimientos. Terriblemente bellos, requieren grandes espacios y sistemas de contención. Aquí ya no caben. Informes aquí.

Pequeña declaración de amor

Hoy, a los 31, volví a creer en el amor. El amor es un pájaro frágil dormido en mi mano.
Ahí, en mi mano, mi amor respira. Me duelen los dedos de apretar tanto.

miércoles, 10 de julio de 2013

Huecos

Hueco:

a) Espacio vacío, constantemente presente, donde antes habitaba un algo.
b) Espacio requerido, inexistente, necesario para guardar aquello que sigue latiendo.

Yo colecciono huecos. Tengo un montón, los clasifico, les pongo nombre y apellido. Afectos muertos, cicatrices gruesas, orgasmos (a secas), sueños perdidos, amores que me olvidaron.
Los barro y sacudo religiosamente cada tres meses. De vez en cuando vengo y les prendo una velita para que no se sientan tan fríos. Ya se que no sienten pero a veces creo que respiran. Y si respiran, ¿pueden pudrirse no? Ay Dios que no pase eso porfavor. Es que aprendí que si no los cuidas se llenan de cualquier cosa. Tenía uno tan chuequito que me daba vergüenza, y un día atiborrada de vino decidí abandonarlo. Pero otro día de Diciembre mientras vagaba en el limbo me lo encontré de nuevo, y ya estaba lleno de... Me tomó meses limpiarlo y nunca quedó como antes. Simplemente dejó de ser un hueco. Ahora son veinte kilos los que me pesa de mas. Y por más que intento no puedo quitarle ese olor a perfume barato.

También aprendí que en los huecos no puedes meter cualquier cosa. Ahora mismo tengo un sueño enfermo en mi mano como un pajarito dormido. Busco el hueco, el cajón y el candado para olvidarlo. Lo siento respirar, ya no se mueve, perdió las alas, muere de sed y en mis huecos ya no hay espacio para él. Por eso sigue en mi mano y aprieto suave. Me duelen los dedos de apretar tanto.

sábado, 27 de abril de 2013

De cómo me asaltó la mirada de un hombre mayor que aterrizó en mis ojos desde otro mundo

Mientras la música taladraba nuestros oídos y todos saltábamos juntos poseídos por el beat, un extraño hombre mayor intentaba abrirse paso entre ésta gran masa de gente. Su camisa a cuadros azules, lentes de órbitas redondas y pantalones de pana nos gritaban desde otro mundo. Y desde éste mundo olvidado nos miraba a todos, melancólico. Avanzaba lento, peleando por cada paso, esquivando manotazos y furiosos tacones. Tenía la mirada de alguien que busca lo que perdió hace mucho tiempo.

Mi cuerpo estaba en el centro del salón moviéndose a su antojo mientras mi mente disfrutaba en otra galaxia más hermosa. Y ahí me expandía cada vez más, potenciada por un Dios artificial, ciego y extranjero. Entonces el hombre mayor alcanzó el centro del salon creando una colisión brutal entre su cuerpo y el mío. Instantáneamente me propulsé de regreso, desde el éxtasis hasta el presente con la velocidad del sonido, y caí punzante en el centro de mi cabeza que aún no lograba sentir como mía. Así me asaltó la mirada de este hombre mayor que aterrizó en mis ojos desde otro mundo.

Nos encontramos el uno al otro de frente, incapaces de evadirnos. Miré su rostro que se iluminaba a pedazos por flashes de luz intermitente. Una pupila azúl, una barba a punto de ser totalmente blanca, una ojera izquierda, las grises cejas larguísimas, tres arrugas enormes en el cuello sosteniéndose la una a la otra, a la vez sostenidas por un botón a punto de estallar, y una mirada triste que se metía cada vez más lejos en mi pupila. Lejos hasta desconocerme. Pasaron veinte segundos y los dos seguíamos parados ahí, mirándonos entre cabellos en vuelo, brazos golpeando el aire, almas ausentes. No supe en qué momento el extraño hombre mayor había seguido su camino, pero cuando el presente me terminó de golpear el ya no estaba ahí.

Ya completamente sola, sentada en la acera de una calle oscura, decido aceptarle este round al silencio. La musica de la fiesta se escucha lejos. Observo mis manos pero no las reconozco. Ésta piel tampoco es mía y sin embargo hace que sienta frío. Hay algo que pulsa incómodamente en mi centro y no puedo apagar. El cielo que está encima envuelve pero no protege. Qué pequeños somos frente a la soledad de una estrella.

Alguna vez tuve un mundo y lo olvidé. Me lo recordó la mirada del hombre mayor que aterrizó en mis ojos desde otro mundo.

lunes, 22 de abril de 2013

Minicuento - Como cada domingo

Hay algo que me sorprende mucho del dueño de los dedos que me toman del mango, y es su capacidad de disfrutar lo que hace conmigo cada amanecer del domingo. Siempre es igual. Después del acto los dos esperamos a oscuras, inmóviles, a que los primeros rayos del sol que entran por la pequeña ventana del baño iluminen y transformen de tono la sangre que yace, aún tibia, sobre el mármol blanco. Yo siempre espero inquieto a que llegue el momento en que me necesite, y él espera sentado, quieto, sobre la tasa del baño, escuchando el silencio que solo puede apreciar después de los gritos. Así como un hombre que termina de rezar espera a que Dios le conceda su más grande deseo, mi dueño espera a que esta vez el sol sí le enseñe algo más acerca de ese líquido vital. Pero apenas la sangre es asaltada por un pequeño rayo de luz y observo cómo él se levanta hirviendo en ira, mientras balbucea cosas que solo una bestia mítica entendería. Entonces un mar espeso de jabón, jergas y cabellos surcan el piso. Lo del cuerpo tirado es lo de menos, es la sangre lo que a él le interesa. Y es lo que hace conmigo al final lo que disfruta más. Es el sonido de mis cerdas arrancando la sangre que se aferra a las hendiduras entre pieza y pieza del mármol. Son esos cráteres casi invisibles, esas burbujas microscópicas de cemento que se llenan de sangre las que mis cerdas deben alcanzar para limpiar por completo, con cuidado, cada surco, nada sucio, matar el rojo por completo, que sólo quede el blanco aséptico y el olor a cloro. Cuando está todo listo él suspira hondo y observa el baño por unos segundos. Sonríe, entonces yo sé que es el momento de regresar a ese vaso transparente en la orilla de la ventana, y esperar a que la próxima semana él me tome del mango con sus dedos y le de sentido a mi existir.

viernes, 19 de abril de 2013

Mi fe

A los 30 años deje de creer en el amor. Hoy el amor es un intercambio de beneficios, tanto externos como internos, en los que intervienen diversos sentimientos como la admiración y el enculamiento, la decepción y repulsión, y que nada tienen que ver con los cuentos de hadas ni con los beneficios sociales de vivir en pareja. Luego, después de un par de años, con fortuna, mucho trabajo y carisma posiblemente aparezcan pulsiones de luz, vagas o intensas pero momentáneas manifestaciones de luz pura y transformadora. De esa que lleva al gusano de la mano hasta convertirse en mariposa, de esa que te transforma sin querer en alguien mejor. Aquí radica mi fe, en encontrar a alguien que me guste mucho, al que yo le guste mucho, que juntos nos hagamos reír y olvidemos el día y la hora. Que me deje ser, que no trate de cambiar nada de mi, que amemos y luchemos mutuamente por nuestra libertad. Que nos veamos a los ojos como seres humanos conmovedoramente falibles. Y que convergan las fichas que nos permitan un momento puro de luz transformadora. Con eso, Dios, Allah, puedo morirme tranquila. Inshallah.

jueves, 14 de marzo de 2013

Yo soy la montaña a la que me fui a pensar. La punta, la sombra, el pensamiento y la que lo piensa también. El reto esta adentro. El corazón no tiene problemas, el sabe. Yo lo sigo.

sábado, 9 de marzo de 2013

Quisiera oler de nuevo esos buenos aires. Por treinta segundos bailamos un triste tango. Y casi todo ese tramo en taxi fue en silencio. Nos íbamos de lado por el alcohol, y estábamos tristes. Esa marchita caricia, los besos bruscos, ya eran historia.

 

Así nos dirigimos al hotel juntos. Al despertar buscamos la mañana en la boca. Agridulces tres horas caminando sin rumbo. Dos o tres palabras aventadas tan fuerte sin que ninguno las cachara, volteando la mirada.  

Al final balbuceamos insignificancias mientras nos separábamos. La melancolía fue mi bandera. 

Muchos sueños después sigo recordando esos aires como los más bellos. Y sigo soñando que me golpean de pronto para esta vez quedarse.

viernes, 1 de marzo de 2013

Guardo amores invisibles, fluorescentes, inflamables. Saben a sal, a brama, a humo. Aunque los encierre los escucho jadear detrás de mi. Lamo en mis labios la sal que me dejaron.

Son amores que respiro y que abrazo. Tiemblan como el agua y me raspan como piedras. Sus grandes órbitas siguiéndome clavan el desdén de su silencio.

Hoy sacaré al más terrible de todos ellos y lo asfixiare con la sed que me dejó en el cuello. Su saliva de sal no puedo beber, me deja con el sudor encima, goteando bajo su sol, después de bailarme la piel la insoportable tarde. Tampoco puedo olvidarlo y por eso lo guardo, así asfixiado, mojado, entre pétalos en la entrepierna. Camino con el, respiramos juntos. Late.

jueves, 28 de febrero de 2013

Es mucho el aire en mi cara y son pocas las palabras. Es cálido el sol y son frías mis ideas. Qué afilada belleza y qué torpes mis lágrimas.

domingo, 24 de febrero de 2013

Tengo ganas

Si tan solo esta noche pudiera salir a caminar. Podrían desnudarme las luces de los carros. Dejarme llevar por la madrugada, buscándola, perseguirla al fondo de un callejón oscuro. Si tan solo pudiera arrancarme la ropa mientras grito, fumar todo el día, llorar como si tuviera 15 años, cachetear a alguien, vomitar la vergüenza. Si tan solo pudiera dejarme a mi misma, aventarme en medio de la carretera, quitarme la piel y olvidarla. Que me queme el aire, que mi sangre explote, que el amor me asfixie. A veces me quedo con las ganas. Y otras veces también.