viernes, 1 de marzo de 2013

Guardo amores invisibles, fluorescentes, inflamables. Saben a sal, a brama, a humo. Aunque los encierre los escucho jadear detrás de mi. Lamo en mis labios la sal que me dejaron.

Son amores que respiro y que abrazo. Tiemblan como el agua y me raspan como piedras. Sus grandes órbitas siguiéndome clavan el desdén de su silencio.

Hoy sacaré al más terrible de todos ellos y lo asfixiare con la sed que me dejó en el cuello. Su saliva de sal no puedo beber, me deja con el sudor encima, goteando bajo su sol, después de bailarme la piel la insoportable tarde. Tampoco puedo olvidarlo y por eso lo guardo, así asfixiado, mojado, entre pétalos en la entrepierna. Camino con el, respiramos juntos. Late.

1 comentario:

Fernando Gallegos dijo...

Me encantó.
Felicidades.